Había salido de un periodo difícil, estaba rehaciendo su vida. Después de mucho tiempo decidió cambiar, ser más sociable, y aceptó una invitación para ese martes de Carnaval. Nunca le habían gustado las fiestas, siempre prefirió la soledad. Recordaba los reproches de su exmujer: ‘Armando eres asocial, no te relacionas con nadie’.
Tenía que cambiar y decidió intentarlo. Solo y sin compromiso, todavía joven, quería pasar página y convertirse en un ser más extrovertido. Estaba decidido a que esa fiesta fuera el comienzo de una nueva vida.
Decidió travestirse, con un traje de noche blanco, de gasas, maquillado y con una peluca rubia. Salió tambaleándose, nunca pensó que fuera tan difícil mantener el equilibrio con esos zapatos de tacón. Consiguió llegar al portal donde le esperaba un taxi.
Cuando entró en la fiesta causó sensación. Gente conocida le felicitó. Era un disfraz perfecto. Parecía una mujer. Y él, sin saber por qué, se encontró a gusto. Estaba locuaz, simpático, liderando la conversación de un grupito que había reunido, y que le seguía gratamente. ¿Qué le pasaba?, ni él mismo se reconocía. Era otra persona, hablaba sin parar, escuchaba a los demás, tenía la palabra justa y un humor impropio de su persona. Sus contertulios estaban encantados, reían sus gracias y seguían su conversación muy interesados. Algo había cambiado radicalmente.
Fue entonces, estaba disfrutando de ese misterioso cambio tan favorable, cuando se acercó una mujer al grupo: ‘Armando, querido, desde cuando te pones mis zapatos. No sabía que tuvieras esas inclinaciones. Nunca pensé que llegaras a esos extremos.’
‘Es Laura, mi ex’, explicó, balbuceando.
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