miércoles, 26 de diciembre de 2012

La vida es sueño

 

sueños

Se despertó. Eran las siete y se levantó. Entraba a las nueve y había un buen trecho hasta la oficina. Después del desayuno frugal, salió camino del autobús.

Llegó pronto, eran las nueve menos diez. Y, asombrado, se encontró con la oficina cerrada. No era normal. Siempre había gente que venía antes. Además, el conserje entraba a las ocho. Decidió bajar al portal y esperar.

Después de veinte minutos, llamó a Laura, a Jesús, a Luisa, a todos los teléfonos de compañeros que tenía. Ninguno contestó. Siguió esperando, eran ya las diez y no sabía qué hacer, cuando a lo lejos vio que venía su jefe.

--Horacio, ¿qué hace aquí?

--Que, ¿qué hago aquí? Lo de siempre, he venido a trabajar.

--Pero, si hemos cerrado, yo mismo se lo comuniqué ayer y le di el finiquito.

Se quedó en blanco, sin decir nada, anonadado por la noticia.

En ese momento sonó el despertador. Se había vuelto a dormir. Encharcado en sudor y con desasosiego miró el reloj. Eran ya las ocho y cuarto, hoy por primera vez llegaría tarde a la oficina. Una pesadilla tremenda, pero una pesadilla, ¡menos mal!

En la mesilla de noche todavía quedaba la causa de su sueño. Un libro, “La vida es sueño”, que le había tenido despierto, leyéndolo, hasta las tantas.

No hay nada más peligroso que soñar soñando, pensó.

 

Más sueños en casa de Teresa

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Juntando letras: un placer

juntando letras

El amigo Gustavo nos ha puesto como tarea juevera de esta semana, escribir sobre el título del blog. Y así lo he hecho.

Qerida familia:

Esta es mi primera carta. Lo e consegido. Se que no esta bien escrita pero perdonarme. Nunca abia escrito ninguna. Y aora me doi cuenta de lo qe me e perdido.

Es un placer poder guntar letras para decir algo. Un placer qe no abia tenido ocasion de conocer. Al final e podido consegirlo y malegro. Mayudado mi amigo Nico qes maestro y a tenido mucha paziencia.

E aprendido para despedirme. Por que esta es mi primera y mi ultima carta. A penas os veo y no queria irme sin deciros a dios. Vosotros fuisteis todo para mi y queria deciroslo y daros las gracias.

A mis ochenta y cinco añios me a costado aprender pero lo e conseguido. Antes de morir, os puedo degar por escrito algo que no borrara el tiempo: Os qiero mucho a todos. Gracias por aberme soportado.

Aurelia

Esta carta fue encontrada en la mesilla de una habitación de un asilo, cuando Doña Aurelia, así la conocían todos, acababa de morir. En el sobre, ponía a quién iba dirigido:

A mis ijos, a los qe no veo desde ace añios

Más relatos sobre los títulos de los blogs jueveros en casa de Gustavo, alias Juliano el Apóstata

jueves, 13 de diciembre de 2012

¡Se vende!

 

Se vende

Siguiendo la consigna de este jueves, este relato ha sido escrito a cuatro manos, Rafa y Gaby, uniendo orillas e imaginación.

 

"Están vendiendo el amor y la alegría

lo anuncian con luces de mercurio

y una música miente

la fabulosa leyenda

de lo eterno.

He de entrar,

y si queda aún, me llevaré

un metro de amor y un par de risas"

(Jorge Arbeleche)

 

No sabía bien si por ingenuidad o necesidad, seguía buscando esa tienda milagrosa donde se compra lo inmaterial. Nada de artefactos ni tecnicismos, nada manual ni artesanal, a veces es el alma la que precisa ser obsequiada con un puñado de razones y un retazo de aliento, y si es posible, con aire del mar.

Las calles tan grises, iban cobrando matices de la tarde -una tarde que se desprendía del cielo con destellos y fulgores. El andar cansino parecía teñirse de cierto optimismo y la mirada se iba reanimando al dejarse llevar por las vidrieras de los comercios, presintiendo tal vez, que llegaría al dichoso escaparate que pusiera fin a mi búsqueda. Y allí le vi... con el cartel de "SE VENDE"...  Sin dudas hay emociones que no tienen precio.

Tuve un momento de dudas. Me encontraba parado en la puerta. Mis piernas estaban totalmente inmóviles, mi cerebro no era capaz de ordenar qué debían hacer.

Conseguí entrar a duras penas. Y pude ver lo que allá había. A un lado, ánforas blancas con carteles pequeños donde se podía leer: Paciencia, Emoción, Amor, Solidaridad, Felicidad. Al otro, vasijas anchas de color negro con rótulos chicos: Envidia, Odio, Desesperación, Desventura, Egoísmo.

Y al fondo un mostrador con un dependiente. Me acerqué y le pregunté el precio.

Todo costaba lo mismo, un gramo valía un día de vida, pero la compra de cualquier elemento de las ánforas blancas llevaba consigo, obligatoriamente, la misma cantidad de las vasijas negras. Esa era la oferta explicaba el empleado. Una venta justa, me dijo.

Siempre recordaré ese sueño. Me hizo comprender tantas cosas…

Rafa y Gaby

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